Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académico del Ilmo. Sr. D. Fernando Bea Barredo realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Excmo. Sr. Presidente de Honor de la Academia,
Excmo. Sr Presidente de la Sección de Naturales,
Ilmo. Sr. Secretario General,
Excmo. Sr. Gónzalez Lodeiro, hoy padrino,
Ilmo. Sr. Bea Barredo, nuestro ya compañero académico,
Excmos. e Ilmos. Señoras y Señores Académicos,
Señoras y Señores:

Una vez más, y en muy corto periodo de tiempo, nos encontramos reunidos en Acto Solemne de recepción de un nuevo compañero académico de número en este caso adscrito a la Sección de Naturales. Como les suelo comunicar en estas ocasiones, los actos de recepción siempre significan, para mí al menos, un motivo de alegría y de esperanza hacia el futuro debido a la perspectiva de enriquecimiento que suponen sea cual fuese el caso. No obstante, en cada circunstancia se presentan connotaciones particulares que, casi siempre, resulta muy interesante comentar reflexionando sobre ellas.

En el caso concreto que hoy nos ocupa deseo iniciar esta breve intervención felicitando a nuestro aspirante por la elección, el planteamiento así como el desarrollo del discurso de investidura con el que nos ha ilustrado. Un discurso no sólo preñado de contenido científico sino también de proyección didáctica, en el que un tema tan apasionante como es el estudio de la edad de la tierra es aprovechado por su autor para deleitarnos con un desarrollo, podríamos decir, histórico-evolutivo en el que se ponen de manifiesto una serie de planteamientos y concepciones interesantísimos sobre aspectos aparentemente desconectados pero que, sin duda alguna, se concatenan para conformar un contenido acorde con la calidad científica de su creador.

Para mí ha resultado realmente atractivo avanzar, primero en la lectura y después en la defensa, de un documento en el cual se puede apreciar, pues así se plasma en el mismo, como el hombre de ciencia aprovecha los recursos a su alcance para elaborar teorías, más o menos rigurosas en función del alcance y significación de tales recursos, desarrollando los fundamentos y los logros de la llamada GEOCRONOLOGÍA, arrancando desde las consideraciones puramente bíblicas y continuando con consideraciones mucho más consistentes desde el punto de vista científico tales como la GEOCRONOLOGÍA PALEONTOLÓGICA así como la GEOCRONOLOGÍA RADIOMÉTRICA.

Nuestro nuevo académico nos ha deleitado, como les decía, con un proceso histórico apasionante basado en una aplicación continua del Método Científico a un tema del atractivo e interés como el del elegido.

Pero, es más, nuestro hoy protagonista aprovecha la ocasión para arriesgar opinión al incluir algunas consideraciones también muy interesantes y de gran actualidad sobre, por un lado, la idea que, en general, se tiene, incluso por una parte de su propio colectivo, en lo referente a qué es un geólogo y, por otra, sobre la posible falta de sinergia, al menos generalizada, entre los “especialistas” de las diferentes ramas de la Ciencia para colaborar en la resolución de los problemas científicos con carácter interdisciplinar, e, incluso, va más allá al arriesgar también opinión sobre la formación en general de nuestros jóvenes científicos y, en particular, sobre los geólogos, sin olvidar la evaluación de su rendimiento, lo que, bajo su punto de vista, les viene obligando a precipitarse más sobre la producción que sobre la formación necesaria para la misma.

Algo similar debo decir sobre la Laudatio que ha realizado nuestro compañero el Dr. González Lodeiro. Una vez más nuestro hoy padrino plasma en su discurso, de defensa en este caso, su vastísima cultura sobre la evolución en general de la Geología Española y, en particular, sobre el desarrollo y la evolución de la Geocronología, realizando una minuciosa descripción de las principales aportaciones y logros conseguidos por la misma y descendiendo, a su vez, a una descripción muy documentada del historial científico y de las contribuciones de su apadrinado el Dr. Bea.

El Dr. González Lodeiro también se identifica con las opiniones de nuestro neófito en lo que concierne al concepto de Científico en general y de Geólogo en particular, así como sobre su formación, y si el Dr. Bea expresa su opinión sobre la super-especialización formativa a expensas de las Ciencias Básicas como algo nefasto para el futuro de la Ciencia Española y, a su vez manifiesta la necesidad de colaboración entre Físicos, Químicos y Geólogos, siempre socorridos y cimentados sobre el soporte universal del leguaje matemático, nuestro padrino avanza algo más incluyendo todas las ramas de la Ciencia y haciendo también una crítica de la formación tan especializada a la que parece tenderse en la actualidad, sobre todo en la formación de grado.

Yo comparto totalmente estos puntos de vista y estoy convencido de que una formación eficaz de postgrado requiere una base de grado de muy amplio espectro en las denominadas Ciencias Básicas.

El desarrollo tan espectacular de la GEOCRONOLOGÍA que hemos visto es un ejemplo de lo que venimos diciendo pues, como se nos ha hecho ver, sus logros y progreso se deben, en buena medida, a la incorporación a la misma de las sucesivas aportaciones de las Ciencias Básicas.

A este respecto, yo echo, y mucho, de menos, aún a riesgo de caer en los pronunciamientos Manriqueños, nuestro antiguo Curso Selectivo de Ciencias en el que se integraban también Farmacia y Medicina.

Planteamientos erróneos a mi entender sobre la cimentación de la formación científica, o, tal vez, por qué no decirlo, egoístas en el sentido de acaparamiento de docencia, acabaron con un curso realmente formativo en Ciencias Básicas en el que Matemáticas, Física, Química, Geología y Biología constituían el cuerpo de doctrina formativo inicial de todo Científico.

A título de anécdota, recuerdo con simpatía la opinión que sobre la super-especialización tenía un profesor ocasional mío de Física Teórica, era Inspector de Enseñanza Medía y Profesor del entonces Departamento de Física, se llamaba D. Nicolas Flores Mineo y opinaba al respecto que: al saber del super-especialista le pasaba como a los lápices… que terminaba en punta, pues cada vez se sabía más de cada vez menos para terminar sabiéndolo todo de casi nada”.

Pero tampoco caigamos en la bisoñez de creer que estas reflexiones y planteamientos son exclusivos nuestros o de nuestro tiempo; no, pues a lo largo de la historia aparecen con frecuencia pronunciamientos similares sobre la esencia de la formación científica.

Uno de estos casos, que me llamó mucho la atención, surgió a raíz de una tertulia con el presidente, aquí presente, de nuestra Sección de Naturales sobre el contenido de los discursos que hoy nos han ilustrado y se refiere a la opinión al respecto de un gran pensador del siglo XIX, Henri David Thoreau, un hombre de talante liberal graduado en Harvard y que hoy en día tiene gran cantidad de seguidores. Thoreau se graduó entre 1833 y 1837 y por aquel entonces Harvard era una pequeña escuela de poco más de 400 estudiantes que regía un amigo suyo, también pensador, llamado Emerson. Se daba la circunstancia de que el Harvard de Thoreau estaba pasando por una etapa de estancamiento marcada por, en palabras de su rector, un "machacamiento concienzudo" en la formación de sus estudiantes. Thoreau no estaba en absoluto satisfecho ni con la formación adquirida ni con la evolución en este sentido de Harvard y en un debate colectivo sobre tales cuestiones Emerson, en un intento de salvar la imagen de su universidad dijo que: "después de todo en Harvard se enseñaban todas las ramas del aprendizaje", a lo que Thoreau replicó: "Si, desde luego, todas las ramas y ninguna de las raíces".

Comparto igualmente la opinión de nuestro ya compañero sobre el papel que las Academias, de Ciencias en general y esta de Granada en particular, puedan realizar fomentando la formación básica de nuestros titulados y la colaboración multidisciplinar de nuestros profesionales y estoy igualmente convencido de los grandes beneficios que esto acarrearía, partiendo de la obligación que todos nosotros tenemos de hacer llegar la presencia de nuestra Academia a todos los debates para la resolución de los problemas científicos, entre ellos los de formación y colaboración, en los que la misma dada su naturaleza pueda y deba intervenir.

Estoy convencido de que si la incorporación del Dr. Bea como catedrático de nuestra Facultad fue en su día un acierto para la misma, su integración como académico de número lo será para el futuro de nuestra corporación.

Agradezco, para finalizar, el ofrecimiento y la ilusión que el Dr. Bea pone en su contribución a estas tareas y le manifiesto que puede estar tranquilo, pues al menos mientras yo sea responsable de esta preciosa Institución, me ocuparé de que su ofrecimiento se haga realidad y su ilusión no se desvanezca.

Muchas gracias a todos por su atención.

Se levanta la sesión.